martes, 16 de noviembre de 2010

¿DEMONIOS O LAS OBRAS DE LA CARNE?


                                     SECCIÓN V     
       

“La mayoría de los demonios de ira, resentimiento, rabia, rechazo y rebeldía entran después de que el abuso contra la víctima deja paso a la ira o la rabia por lo que sucede”[1].
En estas enseñanzas de la demonización y la liberación del creyente se afirma que hay una serie de Puertas de Entrada por las cuales los demonios consiguen entrar en el cristiano, p.ej., una ocasión de maltrato físico puede lugar a que nos llenemos de ira o de rabia permitiendo al demonio de la “ira” entrar en nuestra vida; un abuso sexual en la infancia puede dar lugar a que entre algún tipo demonio sexual; una injusticia y rechazo por parte de un amigo o familiar puede originar una sensación de culpabilidad que degenere en una falta de autoestima y vergüenza, lo cual será “dar lugar al diablo” para que entre un “espíritu de resentimiento” o de “rencor”... etc.  Estas “puertas” abiertas son la que aprovecha el demonio “ira”, o el demonio de “sexo”, o el demonio “resentimiento”, para traspasar todas las barreras de protección del creyente y abrirse paso para poseerle y controlarle a partir de ese momento. A partir de allí, el creyente o el no creyente, está demonizado o endemoniado y precisa de liberación o autoliberación.


Estos demonios están ahora asociados a algún área del creyente y se manifiestan tarde o temprano.

“Mary Ann estaba gravemente demonizada por muchos demonios sexuales asociados con el abuso de que había sido víctima en su infancia por parte de su abuelo. Un grupo aun mayor de demonios sociales (ira, rabia, rebeldía, rechazo y resentimiento) eran los más importantes, con el resentimiento a la cabeza”[2].

           Echando la culpa a los demonios de actitudes carnales

Una de las muchas negativas influencias que la demonización de los creyentes ha generado en infinidad de cristianos que siguen esta enseñanza, es el hecho de atribuir a Satanás o a los demonios aquellas obras que son de la carne.  

Además, para los partidarios de la guerra espiritual y la demonización de los creyentes, cualquier tipo de problema anímico o físico que una persona pueda atravesar: opresión, temor, confusión, desánimo, depresión, duda, e incluso se menciona el cansancio físico, tiene su origen en los demonios que nos poseen.

Estoy convencido de que aunque al principio les resultará dificil creer en ello a causa de su propia conciencia y la voz del Espíritu en su interior, acaban, tras rechazar la verdad, creyéndoselo. Si además escuchan las enseñanzas de estos “ministros de liberación”, éstos fortalecerán sus manos para encontrar algunos demonios culpables de sus males y afianzarle en su propia inocencia. Esto le llevará a dar “palos de ciego” tratando de encontrar una solución inválida o indadecuada a su verdadero tipo de problema: el Yo egoísta, el “viejo hombre” que hay que hacer morir cada día con sus hechos pecaminosos.

Me recuerda a aquellos “orientadores” de alguno de los centros públicos de rehabilitación de toxicómanos que visité que pretenden curar a sus pacientes diciéndoles que ellos no tienen la culpa de nada, en vez de apuntar directamente al problema: el hombre es pecador y necesita arrepentirse de sus pecados reconociendo a Cristo como su verdadero Salvador y liberador. Esta es la única solución posible a todos sus males.

Pongamos, a modo de ejemplo, el hipotético caso de un creyente que ha caído en adulterio y es descubierto por el pastor de la congregación:

<<“Mire pastor, la verdad es que fue el ‘demonio de la ira’ que me incitó a pegar a mi mujer. ¡No era yo!, se lo aseguro… no sé lo que me pasó…El caso es que me peleé con ella porque hace algunas semanas atrás, estando yo en la playa vi a una mujer semidesnuda y ese…de ‘demonio del adulterio’ tomó la ocasión y se infiltró en mí para empujarme a adulterar (esto, claro está, después que hubiese sido anteriormente guiado por el demonio llamado ‘lascivia’ quien le invadió con sugestivas ideas y fantasías sexuales con esa mujer). Yo me resistí, pero no pude con él. Luego, no sé de qué forma, mi mujer se enteró y comenzó la discusión.
Al  final, ambos, mi mujer y yo fuimos demonizados  gravemente por el demonio ‘disensión’ y su fiel compañera ‘contienda’ ”—también hay demonias—“y nos pusimos a pelear. La cosa fue calentándose más y más hasta que nos invadió aquel agresivo demonio llamado ‘ira’ que al final fue el que la lió. Le dí un golpe a mi mujer y le dejé un ojo amoratado. ¡El diablo estará bien contento! ¿Qué puedo hacer pastor….? Ahora somos gravemente afligidos por el demonio ‘resentimiento’ y ya ni nos miramos el uno al otro”. >>
La verdad es que esto que resulta un tanto cómico y pudiera provocar la risa, no es un hecho aislado entre los seguidores de la demonización. ¡Esto lo creen a pies juntillas! Los demonios están detrás de todo lo que les pasa. Sinceramente pienso que todo esto parece algún tipo de superstición relacionada con el paganismo antiguo.

Ahora bien, si esto fuese realmente así, si los demonios están detrás de todo lo que nos pasa, los cristianos que andan en la carne continuamente e incluso los inconversos, tendrían el derecho de afirmar que ellos “no son culpables de sus actos”, sino que fueron los demonios que lo hicieron. Sea como fuere, la carne, o el viejo yo, o el hombre viciado de pecado que aún mora en mí, siempre quiere salir airoso de la situación permitiéndosele vivir, y no “morir”.
Nótese que no estoy diciendo que los demonios no influyan en nosotros de manera que pequemos. Bien sabido es que éstos intentarán de una y otra manera susurrarnos e invitarnos a seguir las inclinaciones de la carne o los deseos del mundo, o aún sus propios pensamientos y voluntad. Debemos ser conscientes de que hay verdaderamente un mundo espiritual de maldad que nos rodea y pretende influir en nuestras vidas y decisiones. Nuestros deseos, sin embargo, nos están sujetos y haremos inclinar con nuestra voluntad la balanza a un lado u otro (Gén.4:7). Sea como fuere, nosotros somos los responsables delante de Dios y los hombres de nuestras decisiones y nuestros actos.   

                                El verdadero problema

Pero ¿qué dice la Palabra de Dios? ¿Cuál es el verdadero problema?

 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.(Gál.5:19-21)

porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1ªCor.3:3)

Las Escrituras dan un perfecto diagnóstico al problema: estas manifestaciones no deben atribuirse a los demonios, sino a la carne y sus obras. Provienen sin duda del “viejo hombre” o del “hombre carnal”. Las obras de la carne son simplemente las manifestaciones visibles de esta vieja creación: 
La ira, como cualquiera otra de las obras de la carne se puede manifestar en un cristiano cuando éste desoye la voz del Señor y no anda en el Espíritu. Cuando andamos en la carne, los deseos y las obras de la carne se manifiestan. Pero que aparezca esta manifestación de la carne en un momento determinado, no significa que una persona esté endemoniada y menos aún denota que un cristiano esté poseído o controlado por un demonio o “demonizado”.

                                 La verdadera solución

 “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;… Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,(Col.3:5-10)
I. - Como nos aconseja la Biblia la solución pasa por hacer morir (nekros=destruir el poder de o privar de poder), lo terrenal, los malos deseos; mortificar la carne en nosotros. Y “dejar” o desechar (apotithemi=sacar de uno o despojarse en sentido metafórico), de toda ira, enojo, malicia...etc.; nunca dice (ekballo), sacar fuera violentamente, enviar fuera, o expulsar, como se usa en el caso de los demonios o espíritus inmundos. En otras palabras, nos exhorta a desvestirnos (apekduomai)  del viejo hombre con sus hechos, de esa naturaleza caída, como si de ropas viejas se tratase.
Por esta misma razón, el mismo apóstol Pablo, consciente de este peligro confiesa:Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero”. (1ªCor.15:31). Él sabía bien que si Cristo había de vivir en su vida, él debía morir a sí mismo (Gál.2:20); que si la vida de Cristo había de manifestarse en él, también debía permitir que “la muerte de Cristo” tuviese lugar en su propia vida (2ªCor.4:10-11). Ver también (Rom.6:13).

 Y ¿Cómo podemos morir a nuestros deseos y desechar toda obra de la carne? La Palabra de Dios nos dice que únicamente podemos hacer esto por el Espíritu de Dios en nosotros:
Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”. (Rom.8:13)

II.- Y también nos aconseja que debemos vestirnos (enduo= vestirnos o revestirnos o ponernos sobre), del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. 

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef.4:22-24).

Mucho me temo que estemos poniendo el énfasis de nuestra batalla espiritual en otros derroteros y fallemos a la hora de atacar donde realmente nos duele: el yo carnal.

                                Nombres y clases de demonio

<<—Me llamo Ira — dijo el espíritu malo —y soy el jefe. Apártate de mí. Déjanos en paz, no me gustas >>[3].

Vimos en palabras citadas anteriormente por el Dr.Murphy, así como la que acabamos de mencionar,  que se atribuyen explícitamente a los demonios obras de la carne tales como la ira. Aún más, se les dan nombres que se corresponden con ellas: el demonio “ira”, el demonio “rebeldía”, “resentimiento”…etc., y clases: “demonios sexuales”, “demonios sociales”… etc.
 
Pero ¿qué dice la Palabra de Dios? ¿Atribuye la Biblia a los demonios estas obras de la carne, o menciona tales nombres y clasificaciones? En las Escrituras se muestra solamente el nombre de un demonio, o más bien de un grupo de demonios, en un solo caso: “legión me llamo” (Mr.5:8-9) (Lc.8:30), y no porque  éste tuviera nada que ver con su carácter, sino más bien dando a entender su número: “porque somos muchos”. Pero no podemos tomar este versículo aislado de la Escritura y hacer de ello toda una doctrina acerca del nombre de los demonios.
En otros casos se nos dice solamente acerca de ellos que eran: “espíritus malos”, “espíritu de enfermedad”(o asociados con enfermedades), o “demonio mudo”… “espíritu inmundo” o “espíritu de demonio inmundo”, dando a entender su procedencia y naturaleza; no eran espíritus buenos, puros, santos… sino malos, inmundos, pertenecientes a las tinieblas y a su príncipe, Satanás.
Sea como fuere, en ningún caso se atribuye bíblicamente a un demonio un nombre asociado a una obra de la carne; ej. “adulterio”, “fornicación”, “lascivia”, “ira” etc.…
 __________________

                 VOLVER A ÍNDICE 

[1] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap. 8 “Ira, Resentimiento, Rabia, Rechazo y Rebeldía”. Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.
[2] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap. 54 “Seis áreas de pecado y la demonización de los creyentes”. Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.
[3] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.55 “Un ejemplo de demonización debido al abuso infantil”, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.